Eskohitza → Aipagarriak → ¿Va a ser Ãfrica el campo de batalla de una nueva Guerra FrÃa?
Data: 2008-07-30
Iturria: Sam Akaki (Rebelion.org) | Jatorrizkoa ingelesez (GlobalResearch.ca)
Debido a la escasez creciente de los recursos primarios naturales del
gas y del petróleo, Occidente la ha emprendido ahora contra Robert
Mugabe en Zimbabwe y contra al-Bashir en Sudán, y no hace más que
culpar a Rusia y China por protegerlos; así es como va preparando el
escenario para desencadenar una nueva Guerra Fría en África.
La
última Guerra Fría contempló el asesinato salvaje o el derrocamiento
violento por parte de británicos, estadounidenses, belgas, franceses y
portugueses de muchos dirigentes africanos, entre ellos, Patrice
Lumumba, el Dr. Kwame Nkrumah, Luis Cabral, Eduardo Mondlane, Samora
Marcel, Milton Obote, Hamed Sekou Toure, Gamel Abdel Nasser y Ahmed Ben
Bella, que fueron tachados de terroristas o de ser simpatizantes de
Rusia y China.
Los afortunados –Jomo Kenyatta, Robert Mugabe y
Nelson Mandela- padecieron largas sentencias de prisión de las que no
esperaban salir vivos jamás. En la actualidad, la estatua de Mandela se
levanta como un monumento al cinismo británico en la plaza del
Parlamento, en Londres. ¡La estatua estuvo allí durante tres años hasta
que la pasada semana Estados Unidos eliminó, finalmente, el nombre de
Mandela de la lista de terroristas internacionales!
Las heridas
humanas, sociales y económicas infligidas a África por la última Guerra
Fría siguen aún abiertas. Mozambique, Angola y Namibia están plagadas
de millones de minas terrestres y otros dispositivos militares sin
explotar, que seguirán matando a gente durante los siglos venideros.
Argelia, Etiopía, la República Democrática del Congo, Costa de Marfil,
el Chad, la República Centroafricana, Nigeria, Sudán y Uganda continúan
con guerras autodestructivas, mientras que Somalia, gracias a las armas
occidentales, dejó de ser un estado en 1992.
En conjunto, la
última Guerra Fría dejó a África dependiendo de la maquinaria de apoyo
de la ayuda alimentaria occidental que administra el Programa
Alimentario Mundial, mientras sus dirigentes dicen de boquilla que es
preciso sanar al paciente.
Recientemente, el Panel para el
Progreso de África (APP, en sus siglas en inglés), dirigido por el
anterior Secretario General de Naciones Unidas, Kofi Annan, publicó un
informe titulado “El Panel para el Progreso de África responde a la
Cumbre del G-8 en Hokkaido” que decía:
“Los países del G-8 han
hecho poco para mostrar cómo van a financiar el déficit de 40.000
millones de dólares USA de la ayuda programable y de la condonación de
la deuda que el Panel para el Progreso de África identificó el pasado
mes… El G8 tiene que presentar ya calendarios claros que perfilen la
provisión futura de la ayuda o que permitan la transparencia necesaria
para que se mejore la calidad de la ayuda”.
Sobre la “crisis
global alimentaria”, el informe decía: “El Panel da la bienvenida, como
un necesario primer paso, al compromiso de 10.000 millones de dólares
USA en apoyo alimentario y a las medidas que aumenten las inversiones
en el sector agrícola … Sin embargo, es preciso facilitar más ayudas
para que se aumenten los suministros de alimentos a los ciudadanos del
mundo que están en situación de mayor vulnerabilidad, a la vez que
deben adoptarse medidas inmediatas para aliviar las restricciones a la
exportación de productos como el arroz”.
Sobre el comercio,
decía: “El Panel da la bienvenida al compromiso de los dirigentes del
G-8 para la conclusión de un acuerdo global, ambicioso y equilibrado en
Doha… En cuanto las negociaciones de la Organización Mundial del
Comercio entren en ese período crucial, todas las partes necesitan
entender que los Objetivos del Desarrollo del Milenio se asientan en
gran medida en la capacidad del continente para regular sus vías para
salir de la pobreza”.
Y, en conclusión, el Sr. Annan declaraba:
“Si se apoya el desarrollo africano, el éxito del mismo no sólo se va a
traducir en beneficios tangibles para sus pueblos sino que asegurará un
futuro más próspero y seguro para el mundo. Para los dirigentes del
G-8, ayudar a África a ayudarse a sí misma no es una cuestión de
altruismo, es una cuestión de interés personal suyo”.
La
Resolución de Naciones Unidas del 11 de julio acusaba a Robert Mugabe
de “asesinar a 100 seguidores de la oposición y de desplazar a 2.000”,
y pedía sanciones punitivas incluyendo la imposición de un embargo de
armas, una señal clara para atacar a Zimbabwe. Menos mal que China y
Rusia, que no estaban en la Conferencia de Berlín, rechazaron la
resolución diciendo que “abriría el camino para que el Consejo de
Seguridad interfiriera en los asuntos internos de los Estados miembros,
lo que supondría una grave violación de la Carta de Naciones Unidas”.
Con
objeto de desorganizar a la Unión Africana, el Tribunal Penal
Internacional (TPI) está planeando arrestar al presidente de Sudán,
Omar al-Bashir, por “dirigir una campaña de asesinatos, violación y
deportación masiva en Darfur”. El plan va avanzando a pesar de la
declaración de la UA “reiterando su preocupación por el abuso de
acusaciones contra los dirigentes africanos”.
A propósito, el
conflicto en Darfur empezó dieciocho años después del que se produjo en
el norte de Uganda que mató a unos 300.000 civiles, provocó el
secuestro de 20.000 niños y llevó a dos millones de seres a campos de
concentración. En efecto, el TPI no investigó nunca el papel de las
tropas ugandeses en esas atrocidades, limitándose a emitir una orden de
arresto contra Museveni.
Eso no es sorprendente. Occidente está
menos interesado en los derechos humanos en África que en justificar y
montar el escenario para una nueva Guerra Fría. La BBC informaba el 13
de julio: “Se ha encontrado la primera prueba de que China está
actualmente ayudando a nivel militar al gobierno de Darfur”.
Sin
embargo, el verdadero crimen de China [para ellos] son sus inversiones
dominantes en África, que exceden ya los presupuestos de ayuda
combinados de Gran Bretaña, USA, la UE, el Banco Mundial y el FMI.
Hace
poco el Banco Mundial confirmaba que China está financiando proyectos
de infraestructura en más de 35 países africanos, siendo Angola, la
República Democrática del Congo (RDC), Mozambique, Nigeria, Sudán,
Zambia y Zimbabwe los mayores receptores. En la RDC, China ha acordado
construir miles de kilómetros de carreteras, varios hospitales y tres
universidades. A diferencia de Occidente, China proporciona a África
proyectos de calidad, cumpliendo los plazos fijados y con costes mucho
más reducidos.
En las más directas declaraciones nunca
registradas, los dirigentes africanos dejaron oír sus puntos de vista
sobre Occidente durante la Cumbre Chino-Africana celebrada en Pekín en
noviembre de 2006. En unas declaraciones a Lindsey Hilsum, del canal de
televisión británico cuatro, el anterior presidente de Botswana, Festus
Mogae, dijo: “Pienso que los chinos nos tratan como iguales. Occidente
nos trata como antiguos sometidos (léase esclavos). Lo cual es una
realidad. Prefiero, por tanto, la actitud de los chinos a la de
Occidente”.
Por su parte, el Presidente Museveni, que algunos
consideran como la querida de Occidente, declaró: “Los grupos que
gobiernan Occidente son presuntuosos, pagados de sí mismos, ignorantes
de nuestras situaciones y empeñados en convertir sus negocios en los
negocios de los demás. Dondequiera que los chinos negocian contigo, tu
representas a tu país, ellos representan sus propios intereses y tu
negocias con ellos”.
Y Rusia es considerada un enemigo porque se
asienta sobre inmensas reservas de gas y petróleo y se opone no sólo a
la expansión de la OTAN hasta sus fronteras, sino también a los planes
de EEUU de construir instalaciones para sus misiles de defensa en
Polonia y en la República Checa.
Considerando la devastación
causada por la última Guerra Fría, ¿no va a ser otra guerra de ese
cariz un nuevo doble crimen contra la humanidad que va a superar no
sólo a las masacres de los alemanes contra seis millones de judíos,
sino también al genocidio cometido por los belgas en el Congo durante
el siglo pasado y al comercio de esclavos?
Los dirigentes
africanos tienen frente a sí una opción muy sencilla: o mantenerse
firmes y decirle a Occidente que no toque a al-Bashir, o quedarse
callados y esperar a que los vayan eliminando uno tras otro.
Sam Akaki
Director Ejecutivo de las Instituciones Democráticas para la Reducción de la Pobreza en Africa (DIPRA, en sus siglas en inglés).